Tokuviñetas: Dark Horse Godzilla (3 de 10): El Gran G

El Godzilla aparecido en estas viñetas es… diferente. En sucesivas relecturas, me he quedado con la impresión de que la intención de los sucesivos guionistas era insinuar que bien pudiera ser mucho más inteligente de lo que se piensa. Al menos en este universo.

Su origen está algo retocado. Solo algo. Sigue surgiendo en el Japón de la posguerra y arrasando Tokyo. Pero en esta ocasión tanto él como otros daikaiju que surgen en el mismo momento (se cita a un tal “Inagos, el Rey Langosta”) se sienten atraídos por las vibraciones emitidas por una misteriosa roca descubierta al excavar los cimientos de un edificio de nueva construcción.

Y de hecho, esto será lo que facilite el que los protagonistas humanos se crucen con él en el nº 1. Tampoco se mencionará mucho más esto. Pero supone una diferencia. De algún modo, le atrae. De momento, con eso vale. Quizás de haber continuado la serie hubiéramos descubierto más cosas, no me cabe duda.

A la hora de pelear demuestra tener más recursos de los que parece. En la primera ocasión que logran neutralizar su Aliento Atómico, por ejemplo. Cuando se ve incapaz de vaporizar a Bagorah, el Murciélago del Espacio, agarra un vagón de tren y le parte los colmillos con el mismo.

Muestra otra diferencia respecto a su encarnación fílmica. Hasta Godzilla: Final Wars (Ryuhei Kitamura, 2004), será la que más lugares del globo visite: Vancouver, el oeste de los USA, Sidney, las costas de la Inglaterra Isabelina, Pompeya en el momento de la erupción del Vesubio, San Francisco en 1906.

Y las aguas del Atlántico Norte en pleno naufragio del Titanic. Aquí hay que decir que, irónicamente, ayudara a cambiarla historia salvando más vidas. El calor emitido por su cuerpo elevara la temperatura de las aguas, evitando que muchas personas que deberían de haber muerto sobrevivan.

Una buena encarnación, cumplidora y magnífica. Pero aun hay más. Porque donde anda el Rey de los Monstruos suele rondar cierto sosías robótico.

¡Nos leemos!